El otro día conocí a la única mujer en España con una acreditación oficial (de la American Polygraph Association) para ejercer de polígrafa. Estaréis de acuerdo conmigo en que solo el nombre de la máquina de la verdad despierta un gran interés (y la imaginación).
Pues después de una charla interesantísima con ella, llegué a la conclusión de que la verdad está sobrevalorada. Como fin último, eso de "la verdad y nada más que la verdad" nos lleva en ocasiones a no ver lo que hay en el camino.
Un ejemplo: una pareja lleva 8 años casada, dos hijos, amigos, trabajos, viajes y muchas experiencias en común. Él no puede seguir adelante con la relación porque aún duda de si su mujer se acostó con un amigo común hace ¡8 años! Y como esa supuesta infidelidad le está costando el matrimonio, exige saber la verdad. Y yo me pregunto, ¿no será suficiente demostración de fidelidad esos 8 años de convivencia, de esposa-madre-amante-amiga?
Que manía tenemos con eso de "venga, dímelo, por favor, dime la verdad". Y en ese caso, cuando la otra persona no nos lo quiere decir, seguro que la verdad será un asco. Nuestro refranero popular está lleno de ejemplo: "ojos que no ven, corazón que no siente", "si dices las verdades pierdes las amistades"...
Así que no preguntemos de más, como nuestras abuelas, en el decir discreto y en el hacer SECRETO.
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